Predicación: No os conozco

Vivimos en tiempos donde la apariencia puede ser engañosa. A menudo, las redes sociales y otros medios de comunicación nos presentan una versión idealizada de nuestras vidas, que puede no reflejar la realidad. De manera similar, en nuestra vida cristiana, podemos estar engañados, creyendo que estamos viviendo una fe genuina cuando, en realidad, estamos lejos de una verdadera vida intercambiada con Cristo. 

Las Sagradas Escrituras nos advierten sobre el peligro de vivir una vida cristiana superficial, donde la apariencia y las obras externas no reflejan una verdadera relación con Dios, por eso es importante que conozcamos lo que significa realmente ser conocido por Jesús y poder estar seguros que nunca nos dirá como lo dijo en el evangelio de Mateo en el capítulo 7: “Nunca os conocí.”

Mateo 7:21-23 Nunca os conocí

No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. 22 Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? 23 Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.

Este pasaje revela una verdad inquietante y es que no es suficiente con llamar a Jesús “Señor” o realizar actos de servicio en su Nombre. La entrada al Reino de los cielos depende de hacer la voluntad de Dios. Jesús aclara que las acciones externas y los milagros, sin una vida que refleje la verdadera voluntad de Dios, no son suficientes. La advertencia es clara: una vida cristiana genuina debe estar alineada con la voluntad de Dios, no solo con las apariencias religiosas.

Algo similar sucede en la Parábola de las diez vírgenes, donde Jesús les termina diciendo a las vírgenes insensatas:  “De cierto os digo, que no os conozco”

Mateo 25 Parábola de las diez vírgenes

Entonces el reino de los cielos será semejante a diez vírgenes que tomando sus lámparas, salieron a recibir al esposo. 2 Cinco de ellas eran prudentes y cinco insensatas. 3 Las insensatas, tomando sus lámparas, no tomaron consigo aceite; 4 mas las prudentes tomaron aceite en sus vasijas, juntamente con sus lámparas. 5 Y tardándose el esposo, cabecearon todas y se durmieron. 6 Y a la medianoche se oyó un clamor: ¡Aquí viene el esposo; salid a recibirle! 7 Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron, y arreglaron sus lámparas. 8 Y las insensatas dijeron a las prudentes: Dadnos de vuestro aceite; porque nuestras lámparas se apagan. 9 Mas las prudentes respondieron diciendo: Para que no nos falte a nosotras y a vosotras, id más bien a los que venden, y comprad para vosotras mismas. 10 Pero mientras ellas iban a comprar, vino el esposo; y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas; y se cerró la puerta. 11 Después vinieron también las otras vírgenes, diciendo: ¡Señor, señor, ábrenos! 12 Mas él, respondiendo, dijo: De cierto os digo, que no os conozco. 13 Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora en que el Hijo del Hombre ha de venir.

Ambos pasajes son enseñanzas dadas por el mismo Señor Jesús, y si el énfasis de ambas es el mismo, demuestra la importancia que esta verdad tiene en la vida de un cristiano.

El relato de las 10 virgenes subraya la importancia de la preparación espiritual constante. Las vírgenes prudentes estaban listas para el regreso del novio, representando a aquellos que viven en constante preparación y comunión con Cristo. La falta de preparación espiritual resulta en ser excluidos de la celebración. La preparación para la venida del Señor no se puede improvisar; requiere una vida de verdadera relación y obediencia.

• LA ADVERTENCIA DE UNA FE SUPERFICIAL (1 JUAN 2:4)

1 Juan 2:4 (NVI): “El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso, y la verdad no está en él.”

No es nada congruente afirmar conocer a Dios y no obedecer sus mandamientos. 

La verdadera relación con Dios se manifiesta a través de la obediencia a sus instrucciones (La Biblia). Aquellos que dicen conocer a Dios pero viven en desobediencia están engañándose a sí mismos. La autenticidad de nuestra fe se prueba a través de nuestra disposición a seguir los mandamientos de Cristo.

Tenemos que tener cuidado en caer en la trampa de una vida religiosa, de creer que vivimos una vida de fe, cuando todo es meramente superficial, y es importante darnos cuenta a tiempo, para poder corregir y entregarnos completamente al señorío de Cristo.

• EL LLAMADO A LA SINCERIDAD (LUCAS 6:46)

Lucas 6:46 (NVI): “¿Por qué me llamáis: Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?”

Hay una gran brecha entre decir que tenemos una vida de fe y vivir una verdadera vida de fe. Jesús cuestiona la autenticidad de aquellos que lo llaman “Señor” pero no obedecen sus enseñanzas. La verdadera fe se refleja en la obediencia y la práctica de los principios de Cristo. Llamar a Jesús “Señor” sin seguir sus mandamientos es una contradicción y revela una fe superficial.

La cuestión, es que muchas personas podemos estar viviendo esta realidad, creemos que por asistir y participar en una iglesia, ya por eso tenemos el título de hijos de Dios, y por ende el maravilloso regalo llamado Salvación, sin embargo, las escrituras nos dejan claras que la salvación no es por obras, sino por Fe, y una Fe afirmando que Jesús es nuestro salvador, pero también amor y Señor de nuestra vida.

Por lo que deberíamos vivir tal y como nos enseñó, en humildad, pero sobre todo en una completa negación para que a través de mi negación propia para hacer mi voluntad, Cristo pueda vivir en mí y hacer la voluntad del Padre.

• EL VALOR DE LA COMUNIÓN CONSTANTE – JUAN 15:4-5

Juan 15:4-5 (RV1960): “Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. 5 Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, este lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.”

Este pasaje nos recuerda que la verdadera vida cristiana se fundamenta en la comunión constante con Cristo. Sin una relación viva y activa con Él, nuestras obras y esfuerzos se convierten en actividades vacías. La unión con Cristo es esencial para que nuestras vidas reflejen su amor y su carácter. Si queremos ser conocidos por Jesús, debemos permanecer en Él y permitir que su vida fluya a través de nosotros, produciendo frutos que glorifiquen al Padre.

CONCLUSIÓN:

La advertencia de Jesús en Mateo 7:21-23 y la parábola de las diez vírgenes nos desafían a examinar la profundidad y la autenticidad de nuestra fe. No basta con aparentar una vida cristiana o realizar actos visibles de servicio; lo esencial es una relación genuina y obediente con Cristo. La advertencia de 1 Juan 2:4 y Lucas 6:46 refuerzan que la verdadera fe se manifiesta en la obediencia y en vivir de acuerdo con los mandamientos de Dios. Además, la comunión constante con Cristo es fundamental para que nuestras vidas produzcan frutos que reflejen su amor.

Por eso debemos examinarnos día a día y asegurarnos de que no estamos entre aquellos a quienes Jesús dirá: “Nunca os conocí”. En lugar de eso, busquemos ser conocidos por Él a través de una vida de verdadera fe y obediencia. Que cada uno de nosotros viva en plena comunión con el Señor, llevando el fruto del Espíritu en nuestras vidas, para que al final de nuestros días podamos escuchar las palabras: “Bien, buen siervo y fiel”.