¡No sé qué hacer con mi vida! [Predicas CRISTIANAS escritas]

Romanos 12:2
No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.

Predica cristiana para jóvenes:

¡No sé qué hacer con mi vida!

¡No sé qué hacer con mi vida! ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿A quién pertenezco? ¿Qué será de mi futuro?…En otras palabras, ¿para qué vine a este mundo? Aunque estas frases han estado en la mente y en el corazón de los seres humanos, sobre todo en la adolescencia y la juventud; hoy, debido al deterioro de la familia, a la soledad, el dolor y la decepción que viven muchos jóvenes, son preguntas que han cobrado mayor vigencia y que como nunca reclaman una contundente respuesta. 

Cuando aumenta el dolor y la desesperación, aumenta la depresión, y cuando la depresión se vuelve crónica, en muchos casos desemboca en una salida fatal: El suicidio. ¿Será esa la causa por la que según las estadísticas actuales el mayor número de suicidios se está dando entre gente cada vez más joven? 

Buscando un sentido de vida

El sentido de nuestra vida no se nos enseña en el colegio ni en la universidad, tampoco es tema que preocupe a los padres, pues muchos de ellos tampoco hallaron una respuesta personal; más bien lo que vemos es que cada uno trata de encontrar “su propio sentido de vida”.

Lo que sí nos debe quedar claro es que este es un tema de vital importancia, pues cuando se carece de sentido para vivir, cualquier cosa que hagamos pierde su significado, esto también nos coloca en la incertidumbre de «estar buscando algo y no saber qué es».

Nuestra actual sociedad con su desarrollada tecnología pareciera proponerle al joven diferentes formas:

• El Placer:
  La primera es la cultura del placer como principal motivador de la conducta humana y especial en la de los jóvenes. “Sentir placer al extremo y evitar todo tipo dolor” es lo que realmente importa.  Y aparecen las oportunidades de conocer todo tipo de entretenimiento, drogas, sustancias psicoactivas, y nuevas experiencias sexuales, incluyendo el sexo virtual. Los jóvenes tratan así de encontrarle sentido a la vida por medio de su cuerpo.

  «Huye también de las pasiones juveniles, y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que de corazón limpio invocan al Señor». 2 Timoteo 2:22

• El mundo de lo oculto:
  Muchos jóvenes acuden a todo tipo de prácticas esotéricas y místicas para encontrar el sentido de su vida y consultar en la tabla ouija, la angelología, el poder energético de las pirámides, de las piedras, la comunicación con espíritus, el satanismo, entre otras, la respuesta a sus inquietudes e incertidumbres.

• Falsas filosofías y religiones:
  Otros buscan en las filosofías modernas y diferentes ideologías y religiones de origen oriental, un rumbo a su destino, una misión de vida.

  «Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo.» Colosenses 2:8

• Relaciones interpersonales obsesivas:
  Los jóvenes también intentan llenar sus vacíos por medio de las relaciones interpersonales. De esta manera, se “enredan” en apegos afectivos malsanos, o en dependencias psicológicas que deterioran su autoimagen y su autoestima. Al experimentar frustración e inconformidad, la persona podría iniciar un círculo vicioso: salir de una falsa relación para entrar en otra peor, sólo porque cree que representa su sentido y propósito.

• Riquezas materiales y estatus social:
  Un joven podría creer que el sentido de su vida está en el adquirir riquezas y comenzar así una carrera que es estimulada por el materialismo y el consumismo.
  Lo triste es que muy pronto aparece la insatisfacción, pues esta búsqueda parece no tener fin y puede terminar deseando estar en otro lugar, haciendo algo diferente.

Ante este panorama, podemos decir, que, prácticamente cualquier proyecto que un joven inicie podría tener el potencial de generar falso sentido a la vida, a menos que encare primero lo concerniente a su existencia fundamental.

¿Dónde hallar el verdadero sentido?

«Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo.» 1 Tesalonicenses 5:23
Siendo que el hombre es un ser tridimensional: espíritu, alma y cuerpo, su sentido de vida no puede estar en la dimensión física (cuerpo), ni en la psicológica (alma), pues el hombre en esencia es un ser espiritual.

Cuando nos creó Dios, ya tenía en mente un plan maravilloso, es decir, ya tenía definida nuestra “misión” de vida. Para vivir ese plan y descubrir esa misión, necesitamos conocerlo personalmente a través de Jesucristo, Aquel, que ha vivido la vida más perfecta y de mayor realización en toda la historia de la humanidad.

El joven de hoy no se conforma con respuestas a medias, explora más allá de la tradición, y de los esquemas sociales. En todo lo que hace y en su estilo de vida, aunque no sea consciente de ello, está buscando trascendencia espiritual, tal como la buscara el sabio Salomón:
“Lo más absurdo de lo absurdo, dice el maestro, lo más absurdo de lo absurdo, ¡todo es un absurdo! ¿Qué provecho saca el hombre de tanto afanarse en esta vida?”

«Lo más absurdo de lo absurdo,
    —dice el Maestro—,
lo más absurdo de lo absurdo,
    ¡todo es un absurdo!
³ ¿Qué provecho saca el hombre
    de tanto afanarse en esta vida?» Eclesiastés 1:2-3, NVI

Depender totalmente de Dios, es su mayor propósito. Y al ser incapaces de hacerlo, envió a su hijo Jesucristo para mostrarnos el camino. Es por esto que el verdadero sentido de la vida es dejar que Cristo actúe en nosotros y a través de nosotros, para así manifestar su gloria en cada situación de nuestro existir. En esto consiste la vida abundante, en regresar a Dios y disfrutar de sus planes.

No podemos engañarnos, no habrá ninguna otra cosa o persona con quien podamos experimentar la plenitud de la vida.
Renuncie a la búsqueda de fugaces alegrías que sólo le llevaron a vivir decepcionado de los demás, de la vida y en últimas, de usted mismo.

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